Las 5 As de los Eremitas Urbanos
Aceptación
(lo más importante)
Acepta el
campo que Dios te ha dado en arriendo. Áralo, riégalo y coséchalo con
dedicación y esfuerzo. No ares campo ajeno, ni sueñes con tener otro.
NOTA DEL AUTOR: Si somos eremitas urbanos, resulta obvio que el párrafo anterior es una metáfora que simboliza todos los labores manuales e intelectuales de todo tipo que podemos realizar en ejercicio de nuestros oficios o profesiones y que estas son en esencia esos campos que Dios no ha dado en arriendo.
Acepta tu
trabajo, tu familia, amigos, compañeros de trabajo y de la parroquia. Sírveles
con diligencia.
Acepta tus
defectos y debilidades. Acepta tu necesidad de Dios y rézale mucho.
Acepta la
sencillez, rechaza el pecado. Acepta la templanza, rechaza la tibieza. Acepta
la pobreza, rechaza la ambición y la explotación. Acepta la sobriedad, rechaza
la vanidad y el engaño.
Acepta que te
sobra tiempo para la oración y defiéndela como un castillo. Déjate sólo vencer
para ayudar y servir a los demás.
Acepta todo lo
bueno con medida: una buena comida, divertirte y descansar.
No uses
ninguno de estos consejos, ni la religión, ni la oración como excusa para
desatender tus deberes. Más bien quítate tu tiempo, tu ocio para dárselo al
prójimo y a Dios.
Abstinencia
(lo más fácil)
Renuncia a un
placer por Dios: no comas carne. Puedes unir más privaciones cuando Dios te
vaya dando fuerzas. No serás mejor por hacer más penitencia. Serás mejor por
hacer lo que Dios quiera.
Ofrece este
testimonio, como una renuncia por Dios. Otros lo hacen por salud o por
conciencia social.
Ayuno (lo
más humano)
Busca la
debilidad para que Dios se haga fuerte en ti. Confía en Dios y no en tus
fuerzas.
Únete a los
que lo pasan mal. Únete a los bienaventurados.
Ayuna desde el
14 de septiembre hasta el Domingo de Pascua (pero no los Domingos). El ayuno te
da salud, y te hace disfrutar y valorar más los bienes que Dios nos da.
El ayuno es
pasar hambre. Habitualmente con una comida normal y dos muy pequeñas y nada
entre horas. Pero hay otras formas de hacerlo, como saltarse la cena, pues para
soñar no hacen falta provisiones.
Nuestro
cuerpo, mente y espíritu deben tener siempre hambre y evitar estar saciadas.
El hambre del
cuerpo, recuerda a la mente el hambre que tenemos de Dios.
Evita que tu
penitencia mortifique a otros. Es solo tuya. Relaja el ayuno si te amarga.
Austeridad
(lo más social)
Usa, y consume
y acumula lo que necesites. Con medida. Llevando una vida sobria y austera.
Modera tus
ansias de acumular riquezas y bienes. Y también las de acumular conocimiento,
poder, fama y admiración de nadie. Incluso las de acumular virtudes, ya te las
dará Dios cuando convenga.
Ansía sólo la
pobreza, la humildad y hacer la voluntad de Dios.
Aislamiento
(lo más espiritual)
Busca la
soledad que ansias. No veas la tele ni coseches información que no te sirve de
nada. En la soledad descubrirás que sólo necesitas a Dios. Y que ya está
contigo. No estudies en exceso, no leas para acumular detalles.
Aléjate del
activismo que busca el éxito y la grandeza. Tu éxito está en entregarte,
sencillo, pobre y solo a la oración. Quemando ese tiempo como ofrenda agradable
a Dios, sin esperar ni premio ni consuelo. Con el alma desnuda.
Aíslate de
retiros multitudinarios. Llenos de gente o de charlas. Son buenos, pero son
otro carisma. El nuestro es el silencio y la oración simple, la oración mental.
Aléjate muy
especialmente de la queja y del juicio.
Este es el
desierto de los eremitas urbanos: no ser reconocidos, trabajar por Dios en la
oración y no ver nunca el resultado.
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